viernes, 29 de agosto de 2014

Cuento Ganador JFEN 2 014

El encanto de Juana Luna

En Cuchea, un caserío perteneciente al Centro Poblado El Cumbe, vivía una señora llamada Juana Luna Sempértigue,  de gran estatura, contextura delgada, largos cabellos  lacios, ojos oscuros y piel trigueña; una mujer dedicada plenamente a su hogar, de actitud luchadora y optimista; tenía seis  hijos: cuatro varones y dos hijas  mujeres;  quedó viuda   tras perder a su esposo, quien murió asustado en La Tacshana de Pampa Grande, lugar donde lavan la ropa de los muertos. Juana Luna se dedicaba a criar ganado, poseía unas cuantas  vacas;  pero no tenía pasto para alimentarlas.

Todas las mañanas, desde su casa miraba hacia la cúspide  del imponente cerro Patachaqui, un lugar escarpado y muy verdoso; se preguntaba y pensaba:
- Ese lugar debe ser muy hermoso, voy a ir un día  tal vez hayga pasto pa’ mi ganau.

Luego de imaginarse sobre todo lo que podría encontrar, al día siguiente sin pensarlo dos veces, muy temprano se dirigió al cerro Patachaqui  a ver si hay pasto para sus vacas; ya en el camino se encontró con una vegetación muy tupida y con inmensos árboles que inspiraban respeto y temor;  además los ruidos  misteriosos de diversas aves acompañaban su trayecto; cuando llegó se sorprendió, ya que encontró en abundancia pasto libre y maduro; esa propiedad había sido de un señor llamado Agustín Samora,  el mismo que no lo utilizaba, porque ya no estaba allí, se había ido muy lejos, con toda su familia, sin dar noticias a nadie.

La señora muy emocionada por el pasto que encontró, en ese mismo instante regresó a su casa para llevar su ganado  a pastar al Patachaqui, ya que cuando solee no se preocuparía por llevar su ganado al agua,  porque en ese  mismo lugar había agua cristalina y fresca  de una gran laguna formada en la cima del cerro; por la tarde volvió a  casa.
Al día siguiente, muy temprano, condujo su ganado a pastar;  llegó la tarde y la señora no volvió a su casa, se quedó tres días y tres noches; después de ese tiempo regresó; sin embargo, el tener que alimentar su ganado hizo que nuevamente se dirigiera a la cumbre del majestuoso cerro, donde  se quedó y no volvió jamás.

Al  ver que la señora Juana se tardó un mes y no volvía, sus hijos bastante preocupados salieron a buscarla; grande fue la sorpresa cuando la observaron en medio de la  laguna,  sentada muy tranquila sobre una piedra muy brillante, hilando su rueca.  Sus hijos la llamaron encarecidamente, rogándola que salga  para ir de vuelta a casa; ella les dijo:

- Yo no voy  a ir, porque aquí estoy muy bien, tengo de todo y nada me falta.
Después  de  contestarles a sus hijos, doña Juana Luna desapareció; entonces, ellos no se vieron conformes con la actitud de su madre, acordaron contratar a una persona que haga hechizos, llamado brujo, para que rescate  a la madre encantada.

La familia subió al cerro con el brujo, un señor de Vista Alegre, llamado Fidel Alvarado, quien tenía facultades para curar y ahuyentar los malos espíritus, muy conocido y solicitado en toda la zona; se decía que su poder provenía  de las hierbas que recogía  de los alrededores de la laguna del Patachaqui. Llevaron objetos como: lazos, machetes y carabinas para atacar al que les impida rescatar  a Juana Luna.

Ya en el lugar y preparados para lo que pueda suceder,  los hijos y toda la  familia  de Juana  la llamaron; en ese momento la señora apareció muy desconocida, rara, su rostro y apariencia muy extraños que daban miedo; a la orilla  de la laguna había un árbol sin hojas, sin flores,  sin frutos y  con bastantes brazos de personas que se movían en un vaivén aterrador, en cuya copa se hallaba Juana Luna.
Al ver a su familia la señora les dijo:
-  Yo no les pertenezco a ustedes. Yo pertenezco a la “provincia”.

Ellos llamaban “provincia” a la Laguna Negra.
También agregó:
- Les advierto por última vez:   ¡No vengan a buscarme!, ¡regresen a casa!

Los hijos de doña Juana bajaron a su casa decepcionados y llorando; porque ellos habían hecho todo lo posible para que volviera  su madre, pero no  lograron su propósito.

Doña Juana Luna Sempértigue se quedó en la laguna para siempre, dejó atrás la crianza de sus vacas y más aún el amor de  sus hijos pequeños y mayores; los abandonó porque se encantó en la laguna del Patachaqui.

Poco después,  tanto sus hijos como sus hijas la empezaron a soñar tres noches seguidas, la cual les revelaba pidiéndoles insistentemente  que fueran a visitarla y así fue. Cuando la estaban llamando salió doña Juana al borde de la laguna acompañada de su esposo, cogidos  de la mano, los dos juntos  fueron al lugar donde estaban sus hijos; cuando se encontraron: padre, madre e hijos se fueron abrazados, todos juntos, a vivir dentro de la laguna del Patachaqui.

Familia entera quedó encantada en la laguna; son hoy guardianes del gran Apu Patachaqui; pues cuentan que la pareja de esposos,  los hijos e hijas  se turnan un día a la  semana, para velar por todo lo que ahí existe, cuidando la naturaleza y evitando la destrucción,  se han convertido en  aves muy extrañas, nunca vistas, quienes dan señales de alarma y advertencia a todo aquel que tenga tan solo la intención de perjudicar su ambiente.


Autor: Luz Edalí Delgado Chingo
4to. “A”  I.E. El Cumbe
Cuento Ganador  JFEN 2014
Delegada Lady Aracéli Díaz Silva

TAF: “Tecnología y Aprendizajes en Familias, para desarrollar competencias transversales”

        Nombre del proyecto : “Tecnología y Aprendizajes en Familias, para desarrollar competencias transversales”          P ropósito...